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sábado, 1 de junio de 2013

EL ORIGEN DEL MAL















Apreciado amigo:

Las escenas que tú observas a diario y que aún experimentas tú mismo, producen en ti una profunda impresión, y en estos incidentes cotidianos tu mente levanta las intrigantes preguntas ¿Por qué existen las dolencias físicas, mentales? ¿por qué el sufrimiento y la angustia me agobian a mí, a la humanidad entera, y sobre todo muchas veces a seres inocentes?
Notarás que tú mismo te sientes atrapado por la tribulación de la cual es víctima está desesperada sociedad en que vives.  El vicio hace cautivos a los seres humanos, destrozando sus vidas, destruyendo sus conciencias, deshaciendo los hogares, manchando la existencia del ser humano que fue creado en un comienzo a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26).

La desgracia y la miseria mantienen en opresión a los seres humanos y han convertido este mundo en un inmenso lazareto, en un oscuro valle de lágrimas.  Las garras de la muerte, las injusticias sociales y las tiranías que te agobian y te enlutan, te envuelven en una mortaja de sinsabores y aflicciones.

Frente a este panorama, tú como persona reflexiva puedes plantearte la pregunta inevitable: ¿Por qué existen el mal y el sufrimiento en el mundo?  Este es uno de los problemas más agudos que se imponen a tu conciencia.  ¿Cómo conciliar esta tragedia con la idea de un Dios, amante, misericordioso?

Sólo la Biblia te puede explicar los grandes porqués de la vida.

Al rastrear la historia del proceso de la creación, la Biblia te revela que Dios hizo un mundo perfecto.  Que después de haber dado sus toques finales observa su obra y experimenta un profundo contentamiento, "Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera" (Génesis 1:31). Del hombre dice que lo creó "a su imagen y semejanza" (Génesis 1:26).


Dios es inmensamente bueno.  En esencia, "Dios es amor" (1 Juan 4:8).  Y un Dios que es amor formó a un hombre "recto"  (Eclesiastés 7:29), o perfecto, para que cuanto más tiempo viviera, más plenamente reflejara la perfecta imagen divina.  Y en esta perfección estaban la felicidad, la ausencia del dolor y el sufrimiento. 
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